jueves, 16 de octubre de 2008

Vueltas

Después de cambiar la última muestra miro el reloj. Queda poco más de una hora para que comience la inyección. La anterior ocurrió a las once de la noche, minutos después de que llegara a aquel lugar. Desde entonces, lo electrones han estado dando vueltas y vueltas por el anillo, perdiendo energía y emitiendo Bremsstrahlung (término acuñado cuando la física aún se escribía en alemán) para que mi compañero y yo podamos analizar unas muestras.
Como los electrones y los fotones no llevan reloj y no conocen nada sobre los relojes biológicos o los ritmos circadianos no hay pausa posible, salvo los 5 minutos que dura la inyección. Cada una de las líneas está constantemente ocupada, aprovechándose de los milagros de la ciencia, esta vez en forma de sincrotrón. El anillo exterior está pululado por seres extraños, normalmente barbudos, que llevan camisetas raras y se mueven en patinete. Si uno pasea alrededor del anillo podrá adentrarse en una cantidad ingente de micromundos habitados por los peculiares seres. Unos juegan al counterstrike, otros ven El padrino II en un mac, los de más allá dormitan a la espera de que el experimento acabe, la mayoría se ceba de comida basura, dulces y café, los más desafortunados luchan por poner en funcionamiento de nuevo el equipo de medida para poder al menos medir una muestra antes de que se acabe el tiempo y una nueva inyección marque el cambio de turno.
Y mientras todas estas historias individuales se desarrollan de una manera falsamente independiente, un vínculo invisible las une a todas. Los electrones giran y giran mientras van perdiendo energía. Son como E.T.: dan su fuerza para que otros puedan vivir. La diferencia es que al contrario que con E.T., con un electrón no te puedes encariñar porque son todos iguales. Todos idénticos, todos indistinguibles, todos girando. Y perdiendo energía.

La noche no puedo decir que fuera muy productiva. Ayer nuestra microhistoria era la del grupo que se afanaba por poner en marcha la máquina. A las 3:30, decidimos no obcecarnos y cambiamos de estrategia. Nos olvidamos de los electrones dando vueltas y nos centramos en nuestro vieja fuente de rayos X. Para ese viaje no se necesitaban tantas alforjas. Dentro de un rato volveré a coger el coche y lucharé contra el tráfico de Berlín para llegar a casa y meterme en la cama. La vida del búho por exigencias del guión.

Después de cambiar la última muestra miro el reloj. Son las seis de la mañana.