viernes, 21 de septiembre de 2007

Historias Polacas

Esto de viajar de congresos solo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. A mí, siendo como soy hijo único, nunca me ha importado estar solo. De hecho muchas veces lo necesito. No he tenido ningún problema en viajar en tren solo hasta Varsovia, en estar solo en el hostal, en ir solo al centro de congresos, en cenar solo todos los días (menos uno, en el que me fui a cenar por ahí con dos de los grandes gurús de mi tema de doctorado, pero eso es otra historia)... La parte negativa ha sido esta vez que cuando llegué al "After Hours" del congreso (habían cerrado un local para nosotros con barra libre y esas cosas) después de cenar con los gurús del baño químico, no conocía a nadie, estaban todos en grupos y tampoco era plan de tomarse unos copazos ahí en plan "acabao". Eso sí, me cagué en todo y mandé un SMS a mi compañero de juergas en Milán, quien rápidamente contestó aconsejándome cosas que ahora en este momento y en este lugar no vienen al caso.

Pero desde esta tribuna ciberespacial quiero narraros lo que me sucedió el martes, día previo a mi charla, a la hora de cenar.

El día anterior había estado en una pizzería muy mona y cené bastante bien. De camino había visto un sitio español con tapas y esas cosas así que decidí entrar a ver. En la carta ofertaban raciones de bravas, de calamares, de queso, de morcilla, de croquetas... además de platos más elaborados. Decidí decantarme por las raciones y cuando ya había pedido una de bravas y una de croquetas y estaba a punto de pedir una de calamares decidí preguntar si eran raciones grandes o no, no fuera a ser que me estuviera extralimitando. Su respuesta haciendo un gesto con los dedos índice y pulgar y con cara de pena me hizo cambiar de decisión.

"Forget about the tapas and bring me the Paletilla de cordero" le dije.

Aquello del inglés no debía ser su fuerte porque al cabo de un rato vino con una ración de croquetas y una de bravas (que no eran particularmente escasas) y al cabo de otro rato con un platazo de cordero con patatas. Al final me puse como el tenazas y me quedé más largo que ancho... a precios polacos, claro :-)


Os dejo con siniestro total. Esta noche vuelvo a Berlín en tren cama. A ver con quien me toca esta vez. A la ida viajé con un profesor de la universidad de Ulm que iba a la misma conferencia y que había compartido estudios y amistad con mi jefa!

4 comentarios:

Mariano Zurdo dijo...

¿Unas bravas en Varsovia? ¡Toma ya! Ellos nos mandan obreros polacos y nosotros les mandamos patatas bravas. ¡Viva la globalización!
Espero que tu charla fuera bien.
Un abrazo.

Barri dijo...

Te voy a dar yo bravas cuando nos veamos!!...

Pavo dijo...

Brlbrlrbrlbrl brlbrlbrlbrl brlbrl!

Barri dijo...

Queremos un post desde madrid!.