jueves, 15 de febrero de 2007

Malas compañías

Me asaltó de manera imperceptible cuando volvía de la recepción en la embajada el martes por la noche y no pude evitar que me acompañase a casa. Una vez allí no me pude negar a que pasara la noche conmigo. Tan sólo con pensar en el frío que hacía fuera cedí sin oposición a su ruego. La primera noche juntos fue tranquila, cada uno a lo suyo, pero se estaba sin duda preparando para su jugada maestra. Me tenía ya en sus manos.
Al día siguiente vino conmigo al trabajo, comió en mi mesa con mis compañeros, hizo las medidas a mi lado, cogió mi mismo autobús de vuelta y como no volvió conmigo a mi casa. Tuve que prepararle la cena y por la noche, al contrario de lo que había pasado el día anterior, apenas me dejó descansar. Estuvo toda la santa noche dándome la tabarra con sus cosas. Y lo mismo el viernes y lo mismo el sábado. Durante el fin de semana se las apañaba para que me quedara en casa a pesar de los planes que me surgían alrededor. Era un maldito tirano que me mantenía aislado del mundo. Pero yo estaba ya pensando en un plan.
El domingo por la tarde, logré al fin escabullirme un poco para ir al cine y cuando volví, apenas quedaba ningún rastro de él.
El lunes fue un día feliz después de haber dormido plácidamente por primera vez en cuatro noches, aunque de vez en cuando mi estado se derrumbaba al recordar la situación en la que su mera presencia me había sumido.
El martes en cambio fue diferente. Cuando ya pensaba que se había ido para siempre, sonó el timbre y al abrir allí estaba otro viejo conocido al que hacía ya casi 10 años que no veía, que había sido avisado para hacerme compañía unos días más. Atraco a mano armada lo llamaría yo, porque no me quedó otra posibilidad que dejarle pasar y brindarle mi hospitalidad. Me recuerda a la historia narrada por Platero y Tú en la canción Por Fin!!!, sólo que en este caso ni siquiera las intenciones al principio fueron buenas. Ni se ofrece voluntario para fregar, ni para hacer la cama, ni para reparar el tocata ni el radiador. Eso sí, por lo menos no se soplan mi JB.


Este otro visitante actúa de una manera distinta. No hace ruido, no merma mis capacidades, ni toma decisiones por mí, pero me está inflando mucho las narices y si te soy sincero es bastante más feo y salir con él a la calle me da un poco de vergüenza. La gente lo mira por la calle y susurra a nuestras espaldas.
Sólo espero que de aquí a unos días decida marcharse por sí mismo y me deje en paz.
La próxima vez que vuelva de la embajada con los zapatos de suela fina, tendré más cuidado y no me dejaré abordar tan fácilmente. Ahora guardo una foto de ellos para reconocerles mejor en el futuro pero estoy seguro de que se disfrazarán para volver a atacarme y aprovecharse de mi.

Visitante número uno



Viejo conocido

3 comentarios:

alfman dijo...

Es que como dijo un hombre sabio, "las visitas son comom el pescado, al tercer día huelen"...

Rodros dijo...

Con la primera apenas podía oler, con esta segunda no se si oleré o no, pero tener receptor para ello sí que lo tengo!!

Barri dijo...

Bueno, ahora que me entero de todo esto, espero que ya estés mejor.