Canapés para todos!!

Al grito de canapés para todos decidí asistir en calidad de "señor de" a la recepción que JC brindaba a la comunidad española en Berlín.
Quién me iba a decir a mí que el traje que me había comprado hacía apenas 3 semanas (con chaleco y todo) me iría a hacer falta tan pronto. Todo estos de los trajes me da que pensar... imagínate que eres rey y que te pasas todo el día de tu casa al coche de cristales tintados, del coche al avión/helicóptero, del helicóptero al coche, del coche a la recepción, de la recepción a la cena de gala, de cena al coche, de la caña al coro... Te pasas tooooodo el santo día viendo a gente de uniforme o de traje (hay diferencia?) y te crees que todo el mundo es así!! Incluso hasta los que no son así, se disfrazan para ir a verte y hacerte creer que sí, que todos vamos siempre de traje. Qué cosas!!
Bueno, al tema, la recepción era a las 17:30 pero, por aquello de que está prohibido llegar más tarde que el rey, nos citaron sobre las 16:30 (si hubiéramos sido alemanes nos habrían citado a las 17:29, pero claro, se nota que somos un poco más lentitos). Al llegar, nos metieron en unos salones del sótano, nos ofrecieron un zumo y nos aleccionaron un poco ad hoc sobre protocolo a seguir en estos casos:
-No es necesario hacer reverencias pero si el cuerpo te lo pide no te van a multar.
-No se le debe dirigir la palabra al Rey a no ser que te la dirija Él a ti.
-Es conveniente inclinar la cabeza durante el saludo.
Este último punto me recuerda a los bajorrelieves que hay en Persépolis, donde se representa al rey de los persas recibiendo en audiencia a gentes de diversos pueblos, pero siempre con una llama humeante en medio, porque las gentes mundanas no podían mirar directamente al rey.
El orden del día para él era: saludar al embajador, consejeros y demás gentes importantes en la puerta de la embajada, subir la escalinata y esperar en un saloncete a que toda la plebe que estaba reunida en el sótano subiera a darle la mano (debíamos ser unos 400) y luego a zampar.
A las 17:30, puntual como debe ser un rey, llegó a la embajada y las huestes del sótano formamos en fila religiosamente y empezamos a marchar hacia él. Pudimos practicar un par de veces por el camino con los bustos y retratos de su persona que pueblan las estancias de la embajada por donde tuvimos que transitar. Al llegar al salón, lo vimos. Dando manos a una velocidad vertiginosa. Parecía un maestro de kárate. Y a su lado Moratinos y el embajador se afanaba por no ralentizar el ritmo que imponía el monarca. Un superhéroe saludador vamos.

Cuando llegué a su lado, tendí la mano, el tendió la suya, me miró y me dijo:
Hola
Y yo le dije:
Hola
Y pasé a Moratinos que me dijo:
Buenas tardes
Y yo le dije:
Buenas tardes
Y el embajador me miró con cara de hacerme un favor y me dio la mano sin decirme nada a lo cual yo respondí, siguiendo la tendencia mostrada anteriormente, con un respetuoso silencio.

Una vez finalizada la monserga, llegó la hora del papeo. Lo que antes era zumo se convirtió, como si de un milagro se tratase, en vino de primera calidad. Y los canapés, razón última de la asistencia de un alto porcentaje de los allí presentes tampoco defraudaron en absoluto.
Pero aquí no acaba el asunto porque mientras nos dábamos de codazos y empujones alrededor de la mesa de los canapés, volvió a aparecer y se dió una vuelta a la mesa hablando con unos y con otros. A un amigo mío, conocido de mis clases de cuántica le preguntó que qué hacía por ahí.
Erasmus - respondió él.
Si hubiera sido yo le habría dicho:
Pues nada que me han dicho que daban canapés.



Reyes hay muchos, unos divinos y otros humanos. Todos somos reyes alguna vez. Yo por ejemplo me autoproclamé rey de la cuántica cuando supe que había aprobado mi examen. Por un momento me sentí como el Dirac o el Schrödinger del s.XXI!!