Un chico y su perro

Pocas cosas dan más juego en pantalla que el binomio hombre-perro. Ejemplos hay a patadas y su relación va desde el compañerismo, el aprendizaje, el puteo o simplemente ser el alter ego el uno del otro.
Quien no recuerda al maravilloso Pulgoso, can tocapelotas donde los haya, riendose de las desgracias del pobre Pier Nodoyuna. O de Rex, el perro que ladra en austríaco y que es fiel defensor de los valores de ese país. Y qué decir de Lassie., o de Chewacca?... Ah, que eso no era un perro?

Ayer nos apuntamos de nuevo a las sesiones de cine en cueva. Esta vez no había tanta gente como aquella otra.

Lugar de la cita: Teatro del pueblo en Rosa Luxemburg
Hora: 21:00
Programa: A Boy and his Dog (1975) Versión original con subtítulos en inglés

Desde allí nos llevaron por callejuelas hasta el sitio donde había sido la fiesta de la Berlinale, pero en vez de quedarnos en la superficie nos metieron por unas escaleras, bajamos no se cuantos pisos, atravesamos galerías abovedadas y llegamos a una sala con sillas. Esta vez íbamos bien pertrechados con ropa de abrigo, una alfombra (que situé con gracia sobre el sillón lleno de polvo que me agencié) y demás objetos necesarios para ver una película. De las bebidas, como siempre, se encargaron los organizadores. Cerveza, vino, cava, bebidas sin alcohol, Glühwein (vino caliente con especias) recién hecho.... (Precio, por si quedaba alguna duda, 5€)

La película es para mear y no hechar gota. Sencillamente grotesca. Parecida a Mad Max pero unos cuantos años anterior a ella, narra las aventuras de Vic, un joven superviviente de la 4° Guerra Mundial y su perro, en un mundo desierto donde los principales intereses son comer y follar. El perro es un engendro genéticamente mutado con la capacidad de hablar telepáticamente con Vic. La función de Vic es encontrar comida para el perro (y para él) y la del perro (Blood) es encontrar mujeres para Vic (pero no para él)
Tras muchos dimes y diretes encuentran una mujer de la que Vic se enamora y que le convence de ir a vivir a un mundo subterráneo donde la mayoría de la población superviviente ha desarrollado una civilización en plan "aldea feliz estadounidense de los años 50". Por supuesto el perro se niega a ir con él. Y hasta aquí puedo leer.

El gran aliciente de la película, además del final (me parto sólo de recordarlo, apología sarcásticas de la misoginia) es ver a un jovencísimo Don Johnson en uno de sus primeros papeles.

Os dejo con un trailer (en inglés, sorry) de la película.